viernes, 15 de abril de 2016

Chat público con Lucas Condró


 Lucas Condró (Buenos Aires, 1977) es bailarín, coreógrafo y docente. Desde hace 10 años desarrolla su investigación sobre el movimiento dentro del campo de la danza contemporánea. Ha publicado en febrero de 2016, en colaboración con Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974. Actor, director y dramaturgo), Asymmetrical-Motion. Notas sobre pedagogía y movimiento, en una bella y cuidada edición de Continta me tienes (Madrid). A pesar de su formato liliputiense, de sus 81 páginas, este libro no es sólo un libro —son muchos en uno. Son notas que, escritas por alguien que experimenta su oficio desde el no-conocimiento, desde la experimentación, se convierten en poemas, o en afirmaciones políticas, o en asunciones filosóficas. Cada notación, encabalgada en forma de poema, establece solicitudes en infinitivo (“Moverme y ser espectador / de mi propio movimiento”), o bien definiciones fortísimas (“Bailar es, en definitiva, / dejarse caer, es la combinación / de estas dos ideas («dejarse» y «caer»). / En medio de la caída está la danza.”), o bien constataciones de la práctica (“es inevitable que me mueva. / Inevitable que caiga de curva en curva. / Y la caída es infinita”). Es que cada notación es un mundo de posibilidades, muchas notaciones en una. Como el cuerpo del que habla, que siempre es uno contaminado de muchos. Desde “Escrituras escénicas” decidimos chatear con Lucas porque nos vimos maravillados por esta perla que baila (y recomendamos que no dejen de leer el libro!).

Bueno, nada, para comenzar diría: "Asymmetrical-Motion" es un muy buen libro, pero lo es porque está bien escrito. Es decir, trata sobre la danza, ese es su contenido, pero la forma de la escritura hace de ese contenido algo mucho más rico, incluso lo vuelve algo más cercano a la danza misma. Como si la única forma para escribir sobre danza está en producir una escritura rítmica, que baile ella misma, que "se deje caer" (para usar la bellísima definición que das de bailar). Entonces, son "notas sobre pedagogía y movimiento" (como se lee en el subtítulo), sí, pero ellas están escritas de forma poética (se encabalgan y cada nota es como una estrofa de un largo poema). Y así ya son algo más que notas. La edición tan cuidada también parece ir en este sentido. Ahora, esta "escritura" es buena porque juega bien con las legalidades de la escritura, de la poesía, de la forma literaria; pero, ¿traduce entonces la danza? ¿Qué pierde o qué se modifica de la propia legalidad de la danza al ser escrita? En una palabra, ¿cuál es o podría ser para vos la relación entre escritura y danza?

Lo primero que se me viene a la cabeza es que me encuentro dentro de las primeras generaciones de bailarines que se formó fuera de la escuela más clásica de la danza contemporánea. Por poner algunos ejemplos concretos:
- No estoy formado en Ballet.
- Me forme experimentando el movimiento más que copiando formas.
- Casi todas las clases que tomé mientras me formaba las disfrutaba mucho.
Una de las primeras obsesiones cuando comencé a dar clase era cómo hacerme entender mejor. Si pensamos que la danza tiene que ver con tener una experiencia física concreta, eso es lo que siempre intenté hacer, explicar la experiencia física subjetiva que tenía al bailar. Eso sucede a través del lenguaje. Entonces, siempre estuve interesado en relacionar la experiencia sensible de la danza y el lenguaje como modo de objetivar esa experiencia y transmitir a otros.
Escribir es un modo de objetivar el lenguaje y la experiencia física de mi práctica de la danza y la docencia, y también un modo para que esa información tenga una circulación externa a la propia practica dancística.
En el libro se lee también esa búsqueda por la claridad y la transmisión, el apartado final que trae los ejercicios termina por, precisamente, darle la claridad físico-sensible a las notas anteriores. Es claramente una escritura de artista y también de maestro que busca transmitir su experimentación. Y, aún más, se deniega la postura del bailarín que no piensa. Todo el tiempo se le solicita acción y observación, propuesta y entendimiento. Digamos, sensibilidad e inteligibilidad. ¿Podríamos pensar, entonces, al cuerpo del bailarín o performer como una coreo-grafía, como una escritura que baila? ¿Es posible equiparar la experiencia de quien escribe un poema, por poner un ejemplo, a la de quién baila? ¿O son dos mundos por completo diferentes?

Quizá la diferencia está más en la especificidad que tiene cada una de esas artes para expresar. En el uso del lenguaje para comunicar sus ideas, finalmente. Creo que tanto el poeta como el bailarín escriben desde su experiencia subjetiva, por lo tanto física y sensible.
Sí, y ahí están sus técnicas diferenciadas. Escribís: "la técnica como resultado de nombrar / la experiencia." Eso hace precisamente todo el libro: nombra la experiencia, pero lo hace desde el lugar de quién pregunta y experimenta. Dejás siempre lugar a la duda: "Que toda idea acerca del cuerpo sea provisional, / como él mismo." Siempre una apertura al infinito. ¿Cómo se termina de bailar entonces? ¿Habría algún fin para la danza (fin en el sentido de conclusión pero también de objetivo)?

Como en este momento lo que más me interesa son las cuestiones pedagógicas, o sea la relación con el conocimiento, diría que no, que no tiene fin aunque sí objetivo. Creo que es más importante tomar conciencia de la dimensión de lo que no sé, de lo que desconozco, para que ese volumen o ese cuerpo aparezcan en mi cuerpo cuando me muevo. Me gusta mucho pensarlo como volumen, como materia. También tomar conciencia de esa falta es fundamental para que se fortalezca el deseo de conocer, que justamente es infinito. Ver a un cuerpo que tiene una pregunta que lo está interpelando, que lo está moviendo es muy cautivante.
Un cuerpo "ignorante", podríamos decir, en el sentido de alguien que sabe que no sabe y se guía desde allí. ¿Creés que se podrían repetir los mismos movimientos, absolutamente marcados, en una "obra" determinada y seguir siendo un cuerpo "que tiene una pregunta"? ¿O la actitud del cuerpo que pregunta modifica siempre los movimientos?

Hay muchos modos de preguntarse. Podemos pensarlo en términos grandes, un cuerpo ignorante o podemos hacer pequeñas intervenciones de desconocimiento, jaja. Por ejemplo, volver a preguntarnos sobre algo que conocemos mucho, como el acto de caminar. Entonces más bien lo que sucede ahí es algo así como un cambio en los hábitos que requiere una actitud para percibir eso, para observar en detalle unos movimientos que hacemos todos los días. O sea que los movimientos se pueden ejecutar igual, digo de igual manera pero el foco de atención cambia y eso modifica el movimiento, pero quizá no radicalmente. Un modo de apoyar el talón. Un dedo del pie que no toca el piso…tomar conciencia de esas diferencias. El desafío es poder estar moviendo y observando cómo hacer para mover mi foco de lugar. Estar desenfocados. Que el patrón no mande, revelarse.

Ganar cierta autonomía en esa movilidad.
Una micro-ignorancia, me encanta, ja. La última y no te jodo más: en el libro insistís mucho en el movimiento, le das vuelta por todos lados y buscás que se atienda a las "repercusiones" de ese movimiento, a las miles de repercusiones. Se me vino la imagen de la música, de un tambor, del pulso, del ritmo. ¿Cuál sería para vos la relación en este modo de trabajar la danza que planteás con la música y su, a veces, dirección de los cuerpos y los movimientos?

Volviendo al inicio de mi formación más bien “informal”, donde la música dejó de tener una relación especifica con la danza, no tengo claro cuál sería la relación que tengo de mi modo de pensar el movimiento y la danza con la música. Solo sé que la música te da ganas de bailar, muchas ganas!


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